viernes, 31 de julio de 2015

¿Tiene sentido el sentido de tu vida?

 
 
Desde que era pequeño y vi por primera vez la película de los Monty Python “El Sentido de la Vida” empecé a pre-ocuparme por este tema. ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Cuál es el mensaje de la película? ¿Será que la vida es tan absurda que no hay que buscarle sentido? ¿Será que lo que no tiene sentido es la película?
 
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Lo cierto es que cuando uno trata de buscar un sentido para la vida del conjunto de los mortales prácticamente sólo encuentra uno que sea común a países y culturas: El sentido de la vida es vivir.
Sí, es simple, pero aunque parezca de perogrullo esa frase encierra más de lo que parece: vivir significa asumir aquello que de forma natural implica la vida…
 
Vivir implica sentir emociones muy diferentes
Vivir implica sentir emociones muy diferentes
 
 
Pero…¿y si el sentido de la vida fuera único e intransferible?
¿Y si lo importante y significativo en la vida de cada un@ fuese propio de esa vida solamente?
 
 
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Esa es una de las cosas que más me gusta de la Terapia de Aceptación y Compromiso:
Esta terapia trata de reorientar y ayudar a la persona a dirigirse hacia sus valores; sus propios valores, no los de la sociedad ni los del terapeuta…
 
En consulta se explora en busca de aquello que es valioso para la persona
En consulta se explora en busca de aquello que es valioso para la persona
 
 
En consulta se explora qué es lo que realmente le importa al paciente y se le ayuda a reflexionar para que analice si realmente se está dirigiendo hacia allí, y, si no es así, se le proporcionan herramientas para ello.
El objetivo es que la persona vuelva a tener una vida significativa, que encuentre y dirija su rumbo hacia lo que realmente le importa y valora, en definitiva, que su vida tenga una dirección y sobre todo…
un sentido.
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Para que el sentido de tu vida tenga sentido

sábado, 25 de julio de 2015

¿Por qué te gusta tanto salir de viaje en vacaciones?









Es un tanto enigmática esta frase de Marcel Proust. ¿Con qué ojos debemos ver? O ¿con cuáles no?
Lo que parece cierto es que nuestro mundo cotidiano es invisible…no lo vemos, pues no lo miramos. En parte somos como esos animales feroces o a veces alienígenas que aparecen en películas en las que alguien advierte al personaje “¡No te muevas ni hagas ruido! ¡Si no te mueves y permaneces en silencio no te verá y no te hará daño!”
 
 
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En muchas ocasiones, durante nuestra rutina diaria, permanecemos tanto tiempo escuchando a nuestra mente, que no vemos, oímos o sentimos nada del mundo exterior hasta que algo se mueve repentinamente y llama nuestra atención, o un ruido o golpe de alta intensidad nos sobresalta.
Ciegos y sordos, permanecemos en todos sitios y épocas salvo en el aquí y ahora…
Pero, ¿qué ocurre cuando salimos de viaje durante las vacaciones?
 
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Entonces, si es un lugar relativamente nuevo y desconocido, es cuando vivimos el presente, nos volvemos niñ@s curios@s, investigamos, buscamos, averiguamos, jugamos, contemplamos, admiramos, sentimos…
 
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Los viajes despiertan y estimulan nuestra curiosidad
 
 
Nada como acabar con la rutina para volver a ver, oir y sentir…y qué fácil es cuando vamos de viaje: a la sensación de libertad por no tener que trabajar se une la curiosidad y el ánimo por explorar y descubrir, aprender, disfrutar…como si ese tiempo limitado que sabemos que tenemos en el nuevo lugar nos animase aún más a vivir el aquí y ahora al máximo e impregnarnos de todo lo que aparece a nuestro paso…
 
Cuando salimos de viaje de vacaciones nos convertimos en auténticos exploradores
Cuando salimos de viaje de vacaciones nos convertimos en auténticos exploradores
 
 
Pero ¿qué quería decir Marcel Proust entonces? ¿Que la verdadera felicidad consiste en cambiar nuestra forma de ver como si toda nuestra vida fuera un viaje de vacaciones?
 
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sábado, 18 de julio de 2015

¡Internet está acabando con mi paciencia! ¡Y con la tuya!

Las nuevas tecnologías de comunicación (móviles, tablets y ordenadores con internet) están acabando con la incómoda sensación que suele producir una situación a la que nos enfrentamos con frecuencia desde que nacemos: la Espera.
Cuando somos niñ@s no queremos esperar, creemos que podemos tenerlo todo ya y protestamos cuando no es así. Luego, la vida nos va enseñando lo que es la espera y lo inútil o perjudicial de la desesperación.
 
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La tecnología en general hace que nuestra vida sea más cómoda y que los tiempos de espera para todo (viajar, cocinar, comunicarnos, etc.) se reduzcan.
Ya no tenemos que esperar a que una persona esté en su casa cerca del teléfono fijo para poder hablar con ella, las lentejas ya no tardan dos horas a fuego lento en cocinarse (ni a fuego rápido, porque ya no hay ni fuego), no esperamos por una carta durante días pues el correo electrónico es prácticamente inmediato y el whatsapp ni digamos.
 
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Las tareas de investigación se han acelerado con Internet, pues con un buen buscador encontramos miles de referencias sobre el tema deseado.
Todo esto es muy positivo, pero la cara semioculta es que, sobre todo en las generaciones que sólo conocen la “era postmóvil”, la paciencia languidece y agoniza, pues ¡se quiere todo y ya!
Los adultos han aprendido, a través de su educación o de las necesidades que la vida les ha “regalado”, que para obtener las cosas antes hay que ganárselas mediante el esfuerzo. Dentro de ese esfuerzo muchas veces se encuentra la paciencia, esa virtud que comprende el aceptar la espera como parte del camino.
Sin embargo muchos jóvenes que no conviven con determinadas necesidades pues disponen gratuitamente de muchas cosas y medios, no han aprendido esa lección, y tratan de obtener todas las cosas como hacen con cualquier recompensa a corto plazo.
La espera y la frustración producida al ver que esto no es posible muchas veces les conduce por caminos que conducen a auténticos infiernos de difícil salida: adicciones para huir de la confusión, del vacío y de la desesperación.
 
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Ciertamente Internet contribuye a todo esto y, no con su granito de arena, sino al menos con media playa.
Pero los efectos tienen lugar sobre todos los usuarios en general. De hecho, una investigación de Onepoll con una muestra de 2000 adultos citada en la revista británica Stylist, refleja que uno de cada dos británicos se ha vuelto más impaciente en los últimos cinco años, con una tercera parte que admite no tener paciencia en absoluto:
Se espera hasta 10 segundos para que cargue una página web, 16 segundos por que cargue un vídeo y hasta 5 minutos para ser servidos en un bar antes de irse.
En el coche durante un atasco, se pierden los nervios a partir de los 13 minutos.
 
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Muchas colas son recuerdos del pasado
 
 
Créeme, conviene leer el artículo, pues aparecen los diferentes tiempos medios que la muestra del estudio “aguantaba” antes de perder la paciencia.
 
 
Eso siempre y cuando, claro está, nuestro interés nos permita leerlo hasta el final sin impacientarnos.


 

Hace unos días publiqué una frase de Margaret Young. Abraham Maslow estaría de acuerdo.

 
 

viernes, 3 de julio de 2015

¿Crees que los hij@s pueden aumentar el grado de unión con tu pareja?



Hay bastantes publicaciones científicas que afirman que tener hij@s no aumenta la satisfacción de los miembros de una pareja, sino todo lo contrario; sin embargo, tal como nos cuentan Jacobson y Christensen, los creadores de la Terapia Integral de Pareja, el efecto estadístico de los resultados de estos trabajos es despreciable y tiene una elevada variabilidad: ellos afirman que muchas relaciones de pareja mejoran tras el nacimiento de l@s niñ@s.


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Esto no quiere decir EN ABSOLUTO que sea recomendable que una pareja cuya relación deja bastante que desear se disponga a procrear para mejorar su relación, ya que lo primero debería ser considerar el tipo de hogar en el que va a crecer su descendencia: no hay que olvidar que la relación que tengamos con la pareja con la que convivimos va a influir inevitablemente en la relación que tengamos con nuestr@s hij@s.

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Lo que los autores citados quieren decir es que la unión formada por la experiencia parental es un protector muy efectivo frente a lo que ellos llaman la Erosión del Refuerzo.
Esta erosión es un proceso natural, que tiende a estar presente en todas las parejas, a consecuencia de la habituación, de tal modo que comportamientos de la pareja que antes eran reforzantes, dejan de serlo.
 
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Por ejemplo, las bromas de tu pareja, de las que en tantas ocasiones te reíste durante la fase de cortejo o enamoramiento, pueden empezar a resultar aburridas, o pesadas cuando empiezas a ser consciente de las veces que las ha repetido en tu presencia…
 
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Otro ámbito típicamente afectado por la erosión del refuerzo es la relación sexual…es probable que a pesar de la creatividad de alguno o de ambos miembros de la pareja, el erotismo y el misterio que evoca el cuerpo de la pareja pueda ir disminuyendo según transcurre la relación…
En fin, que parece ser que el tiempo termina produciendo de forma natural en todas las parejas, en mayor o menor grado, algún tipo de erosión o desgaste del refuerzo, aunque hay muchas parejas que, también de forma natural, se las ingenian para seguir manteniendo el interés y la unión mutua…y a lo que íbamos: uno de esos maravillosos ingenios es la descendencia.


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