Imagino que sí…hay mucha gente que, como si de empezar a escribir en una libreta en blanco se tratara, se propone para el nuevo año comenzar una serie de tareas que en ocasiones puede “rayar en lo espartano”. Así hay quien se propone dejar de fumar al mismo tiempo que empezar a ir al gimnasio, hacer dieta, acudir a cursos, etc.
Supongo que no hay nada de malo en ello, sobre todo mientras los propósitos sean concretos y se refieran a conductas o comportamientos. En mi opinión, existiría un problema si lo que se desease cambiar no fuera la conducta, sino un atributo personal:
Es más fácil cambiar “la forma de estar, que la forma de ser”; hay quien por ejemplo se fija como propósito para el nuevo año “ser ordenado”, aún a sabiendas de que anteriormente, año tras año, se ha encontrado con obstáculos que le han impedido serlo. Quizás sea más adecuado proponerse ordenar algo en concreto, es decir, proponerse una determinada ACCIÓN, mejor que un cambio de personalidad.
Hoy en día es conocido el hecho de que los objetivos inmediatos, mientras más concretos mejor, pero en este post no sólo me refiero a eso…lo que digo es que si el objetivo es una acción, tiene muchas más probabilidades de alcanzarse que tratar de cambiar nuestra forma de ser.
Como dijo una vez un maestro de la Terapia Estratégica: “Si eres un Samsung eres un Samsung…si eres un iPhone eres un iPhone. Te puedes bajar aplicaciones similares, pero seguirás siendo el mismo teléfono”.
Otra forma de explicarlo es que para poder cambiar una conducta, primero tendrás que aceptarla; es decir, acepta que la llevas a cabo para que puedas ser consciente de ella y, por tanto, libre de cambiarla.
Cuando no asumimos que nos comportamos de una determinada forma, interpretamos la realidad a nuestra conveniencia, inventando excusas para justificar nuestra conducta.
Todavía más importante, si no aceptamos que habitualmente fracasamos en algo, nunca podremos esforzarnos en aprender a hacerlo exitosamente. Debemos ser humildes para poder mejorar, y reconocer que nos equivocamos, como humanos que somos, para poder aprender a acertar.
Tal como dijo el maestro zen japonés Suzuki Roshi: “Son muchas las posibilidades que se abren ante la mente del principiante, pero muy pocas las que se presentan a la mente del experto”.
Así pues, mi recomendación es que antes de hacerte un nuevo propósito, primero asegúrate de que es una acción, y luego, acepta que hasta ahora, no has sido capaz de llevarla a cabo.
Hazte responsable de tu conducta y serás libre para cambiarla.