La mayoría de la gente ha experimentado en algún momento de sus vidas el llamado efecto de la primera noche (EPN).
Cuando se duerme por primera vez en un lugar desconocido es probable que el sueño tarde en llegar y que cuando finalmente llegue se interrumpa con frecuencia y que sea más bien insatisfactorio.
Aunque el EPN ha sido parte de la experiencia humana desde que nuestros antepasados dormían en una cueva por primera vez, la explicación científica de este fenómeno siempre ha sido un misterio.
De hecho, cada vez que se hace una investigación relacionada con el sueño en un laboratorio, siempre se descarta la primera noche, ya que se sabe que este efecto tendrá lugar y por tanto distorsionará los resultados.
Ha sido hace poco cuando unos investigadores de la Universidad de Brown en Rhode Island, han analizado el fenómeno en profundidad (ver estudio). Con su trabajo han querido verificar que efectivamente el EPN tiene lugar y cuáles podrían ser sus posibles beneficios.
Usando técnicas avanzadas de neuroimagen para tomar instantáneas del cerebro mientras duerme, el equipo construyó una imagen detallada de la actividad cerebral durante la primera noche en un sitio nuevo.
Asimetría cerebral
Los resultados fueron sorprendentes. Se encontró que durante la primera noche de sueño, los dos hemisferios cerebrales de las personas que participaron en el experimento no permanecían dormidos durante la misma cantidad de tiempo: de hecho, el lado izquierdo del cerebro estaba significativamente menos despierto que el derecho.
Uno de los principales parámetros del EPN es la cantidad de tiempo que una persona tarda en quedarse dormida, y se ha demostrado que depende del grado de asimetría entre los hemisferios cerebrales: mientras más diferente es el comportamiento de los dos lados del cerebro entre sí, más tarda la persona en quedarse dormida.
Además, el estudio citado demostró que el hemisferio izquierdo era más sensible a los sonidos externos durante el sueño de la primera noche, siendo más probable que se activara a partir de un ruido. Sin embargo, la segunda noche, esa sensibilidad del hemisferio izquierdo a los sonidos desaparecía.
Por tanto, ¿Cuáles son los beneficios del EPN?
Tener una mala noche suele ser sinónimo de tener un día posterior poco enérgico, con ojeras y bostezos casi continuos…pero, ¿qué beneficio puede suponer esto?
Pues lo primero a tener en cuenta es que no sólo los humanos sufren EPN.
De hecho, hay animales que duermen con la mitad de su cerebro alerta, como por ejemplo los mamíferos marinos y algunas aves. Esta asimetría hemisférica permite que parte del cerebro permanezca alerta, de forma que, ante un sonido extraño, están más activados y preparados para un peligro potencial.
Las aves son capaces de tener dormidos sólo uno de sus hemisferios por turno, manteniendo un ojo abierto ante posibles depredadores. Además. Algunos científicos creen que ciertos tipos de ave pueden dormitar mientras vuelan, durante los largos vuelos migratorios.
Y aunque nuestro cerebro no es capaz de llegar al mismo grado de asimetría cerebral que el de los delfines, los investigadores creen que disponemos de un sistema similar pero reducido.
Para evidenciar aún más la hipótesis de la vigilancia ampliada, los experimentadores pidieron a los participantes que dieran golpes suaves con sus dedos si escuchaban un ruido mientras dormían: encontraron que efectivamente, dieron más golpes y más rápidos durante la primera noche que durante la segunda.
Entonces, ¿cómo podemos evitar el EPN?
Sería útil poder decidir no tener EPN en determinados momentos, sobre todo en aquellos lugares en que nos sentimos seguros. La directora de la investigación comentada ha establecido que es necesario investigar en el futuro sobre las posibles medidas, pero que, de momento, podría ser útil que lleváramos con nosotros nuestra propia almohada, como mecanismo para “despistar” a nuestro cerebro, proporcionándole una sensación de familiaridad y seguridad falsa…