viernes, 12 de enero de 2018

Ser más feliz observando la naturaleza que te rodea

Según numerosas investigaciones, observar la naturaleza, donde quiera que estés, te hará sentir mejor.


Han sido muchos los poetas y escritoras que han enaltecido el poder de contemplar la naturaleza, tanto los paisajes espectaculares como cualquier detalle y ser capaz de..."Ver el mundo en un grano de arena y el Cielo en una flor silvestre” tal como decía el poeta William Blake, recordándonos el valor y belleza de las pequeñas cosas de la naturaleza.
También el escritor Marcel Proust hablaba del descubrimiento de ver el mundo con otros ojos y el poeta William Wordsworth decía cosas tales como que al observar los narcisos movidos por la brisa su corazón rebosaba de placer y danzaba con ellos.
Siendo más rigurosos, existen muchos estudios previos que han demostrado que vivir cerca de entornos naturales mejora la salud mental y aumenta la esperanza de vida y, ahora, un trabajo científico de la Universidad de Columbia en Canadá, nos muestra como, tomarnos unos momentos cada día, para notar cómo los elementos de la naturaleza nos hacen sentir, puede mejorar nuestro bienestar.
Esto es Mindfulness aplicado a la naturaleza presente en cualquier contextoatención plena al mundo natural que nos rodea, aún en las más modernas urbes (como por ejemplo algún brote verde que aparece en una grieta o tejado, o algún árbol aislado, para recordar que antes había más colores que el negro y gris que dominan actualmente el entorno).

Afortunadamente, estamos rodeados por elementos de la naturaleza que aún son perceptibles.
Para llevar a cabo el estudio citado se reclutó como participantes a 395 estudiantes que fueron divididos aleatoriamente en tres grupos:
-Un grupo debía sacar fotos de objetos naturales o escenas que captaran visualmente, tales como un atardecer visto desde la ventana de la cocina o una planta florecida y escribir los sentimientos que les evocaban.
-Un segundo grupo debía hacer lo mismo, pero enfocándose en elementos construidos por los seres humanos, tales como edificios o máquinas,
-el tercer grupo (grupo control) no debía hacer nada.
Eso sí, para llevar a cabo las tareas, los participantes no debían ir a sitios diferentes a los habituales; los objetos o escenas debían ser registrados durante sus tareas cotidianas, sin alterar ninguna.
La autora del estudio explica que las tareas no tenían que ver con dar largos paseos en la naturaleza sino en ser consciente del árbol al lado de la parada del autobús y en qué nos hacía sentir el hecho de contemplarlo.


Tras finalizar las tareas, los participantes aportaron alrededor de 2.500 fotografías.
La autora encontró que, aquellos participantes que se les había asignado la tarea de observar la naturaleza, informaron de un nivel de bienestar general más elevado, además de estar más dispuestos al contacto social y compartir recursos con sus compañeros.
Y tan sólo por ser conscientes de los elementos naturales que les rodeaban cotidianamente y que hasta entonces les resultaban invisibles.

"La verdadera felicidad no consiste en encontrar nuevas tierras, sino en ver el mundo con otros ojos", decía Marcel Proust.