La atención juega un papel muy importante en nuestras vidas.
Hay personas que hacen cosas inimaginables por tratar de llamar la atención:
Unas se comportan de forma desafiante por llamar nuestra atención, otras se
deprimen por la misma razón, otras se autolesionan buscando el mismo objetivo…
Quizás en el mundo de la psicoterapia la forma más extendida de
recabar la atención podría ser el victimismo, mediante el cual algunas personas
tratan de llamar la atención de otras buscando directa o indirectamente
protección y seguridad.
Pero, ¿tan importante es
llamar la atención?
Pues sí, porque para
mucha gente es importante ser importante.
Prestarle atención a algo o alguien es sinónimo de concederle
importancia, tal como vemos en estos ejemplos de expresiones del lenguaje
popular: “No le prestes atención a esos pensamientos pues no son importantes…”,
“Quiero que me prestes un poco más de atención”, etc.
Y ¿cuál debe ser la causa de que depositar nuestra atención en
algo o alguien esté tan valorado? Pues al igual que pasa con otras cosas que
son valiosas, probablemente influye que es limitada.
Nuestra atención es un recurso
limitado pues no podemos atender eficazmente a muchas cosas al mismo
tiempo.
Para ser más correctos podríamos decir que sólo podemos atender
a una cosa de forma eficaz (seamos mujeres u hombres).
Es cierto que podemos hacer dos cosas al mismo tiempo, pero una
de ellas será automática o mecánica (por ejemplo conducir); de esta forma la
atención prestada a la tarea automática será mínima y la atención dedicada a la
otra tarea será mayor aunque no excesiva, pues si lo fuese, probablemente
tampoco podríamos realizar la automática.
Ojo! Una excepción a todo esto son las tareas automáticas fisiológicas
como respirar, los latidos del corazón, etc., ya que afortunadamente estas
funciones siempre permanecen atendamos a lo que atendamos.
Un ejemplo de la limitación de nuestra atención podemos verlo
en una tarea que nos requiera de bastante cantidad como es la siguiente:
Observa atentamente los pases entre los jugadores del equipo de camiseta blanca e intenta contarlos
Esta tarea se denomina El Gorila Invisible, y fue ideada por
Christopher Chabris y Daniel Simons, pero dejemos que ellos mismos nos lo
cuenten:
"Hace aproximadamente doce años,
condujimos un experimento sencillo con la ayuda de estudiantes de la materia de
psicología que dictábamos en la Universidad de Harvard. Para nuestra sorpresa,
se ha convertido en uno de los experimentos más conocidos de la disciplina.
Aparece en libros de texto y se lo enseña en cursos de introducción a la
psicología en todo el mundo. Hay notas referidas a él en revistas como Newsweek
y The New Yorker y ha sido incluido en programas de televisión. Incluso ha sido
exhibido en museos. Su popularidad radica en que revela, de modo humorístico,
algo inesperado y profundo acerca de cómo vemos nuestro mundo, y también sobre
lo que no vemos. Nuestra experiencia vívida encubre una notable ceguera mental:
suponemos que los objetos especiales o inusuales llaman nuestra atención
cuando, en realidad, a menudo nos pasan inadvertidos por completo. Desde que
nuestro experimento fue publicado en la revista Perception, en 1999, se ha
convertido en uno de los estudios más mostrados y debatidos dentro de la
psicología. En 2004 ganó el “Premio Nobel Ig”, que se entrega a “aquellos
logros que primero hacen reír y luego pensar”.
Para el experimento, nuestros
alumnos consiguieron voluntarios a los que les presentaron un video de un
partido de básquetbol: les pidieron que contaran la cantidad de pases que hacían
los jugadores de blanco, pero que ignorasen los de los de negro. El video
duraba menos de un minuto, e inmediatamente después de finalizado les preguntábamos
cuántos habían contado. La respuesta correcta, creemos, era 34 o tal vez 35.
Para ser honestos, no importa. La tarea de contar los pases tenía como objetivo
mantener al observador ocupado en algo que requería atención a la acción que se
desarrollaba en la pantalla, pero en realidad la habilidad para contar pases no
nos interesaba. Lo que estábamos testeando era otra cosa: promediando el video,
una estudiante disfrazada de gorila entraba en la escena, se detenía entre los
jugadores, miraba a cámara, levantaba el pulgar y se retiraba, luego de haber
permanecido alrededor de nueve segundos en pantalla. Después de preguntarles a
los sujetos acerca de los pases, les hicimos las preguntas más importantes:
–¿Notó algo inusual mientras contaba
los pases?
–No.
–¿Notó alguna otra cosa, además de
los jugadores?
–Bueno, había algunos ascensores y
unas letras “s” escritas sobre la pared. No sé para qué estaban esas letras “s”.
–¿Notó a alguien además de los
jugadores?
–No.
–¿Notó un gorila?
–¡¿Un qué?!
Para nuestra sorpresa, ¡alrededor de
la mitad de los sujetos de nuestro estudio no había notado el gorila! Cuando
volvieron a mirar el video, esta vez sin contar los pases, lo detectaron fácilmente
y quedaron atónitos. Algunos dijeron: “¿No vi eso?” o “¡No puede ser!”. Algunos
nos acusaron de cambiar la cinta cuando no estaban mirando.
Desde entonces, el experimento
repitió muchas veces, bajo distintas condiciones, con diversas audiencias y en
múltiples países, pero los resultados son siempre los mismos: cerca de la mitad
de las personas no ven el gorila.
¿Cómo puede la gente no ver un
gorila que camina delante de ellos, gira para mirarlos, se golpea el pecho y se
va? ¿Qué vuelve invisible al gorila? Este error de percepción proviene de una
falta de atención hacia el objeto no esperado; en términos científicos se lo
denomina “ceguera por falta de atención”. Las personas, cuando dedican su
atención a un área o aspecto particular, tienden a no advertir objetos no
esperados, aun cuando éstos sean prominentes, potencialmente importantes y
aparezcan justo allí adonde están mirando.
El hecho de que las personas pasen
cosas por alto es importante, pero lo que nos impresionó aún más fue la
sorpresa que manifestaron al comprobar lo que no habían visto. El estudio del
gorila ilustra, quizá de manera más radical que cualquier otro, la influencia
poderosa y generalizada de la ilusión de atención: experimentamos mucho menos
de nuestro mundo visual de lo que creemos. Si fuéramos del todo conscientes de
los límites de la atención, la ilusión se desvanecería.
Mientras escribíamos este libro,
contratamos a la firma Survey-USA para que hiciera una encuesta a una muestra
representativa de adultos estadounidenses, referida a sus creencias acerca de cómo
funciona la mente. Más del 75 por ciento coincide en creer que notaría esos
acontecimientos inesperados aun cuando estuviese concentrado en otra cosa. Es
verdad que experimentamos de manera positiva algunos elementos de nuestro
entorno, en particular aquellos que constituyen el centro de nuestra atención,
pero esta experiencia conduce a la creencia errónea de que procesamos la
totalidad de la información detallada que nos rodea. En realidad, sabemos cuán
vívidamente vemos algunos de los aspectos de nuestro mundo, pero desconocemos
por completo aquellos que caen por fuera de ese foco de atención habitual."