Los
procesos automáticos serían aquellos procesos que funcionan sin mucho esfuerzo
mental, mecánicamente; son procesos no controlados y que hacemos sin ningún
esfuerzo o con un esfuerzo mínimo.
Dentro de
estos procesos automáticos estarían
por ejemplo los pensamientos “que nos vienen solos”; son pensamientos
“intrusos” que parecen en nuestra mente, por pura asociación o relación con
algún otro pensamiento, con algún estímulo del entorno o con alguna sensación
física.
Por
ejemplo, un día mientras paseamos por un parque podemos ver un niño que juega
con su bicicleta de color rojo metalizado. Esta bicicleta puede asociarse con
un recuerdo de nuestra infancia que a su vez nos trae una sensación física
agradable que podemos interpretar como de seguridad y quizás al mismo tiempo
nos deja un pensamiento relacionado con nuestro padre que fue el que nos enseñó
a montar en bicicleta de dos ruedas.
Otras veces
no tenemos muy clara la asociación que puede haberse producido para que nos
venga a la cabeza un pensamiento determinado y si el pensamiento es un poco
raro quizás esto nos preocupe (desde luego innecesariamente).
Todos estos
pensamientos que “vienen solos” aparecen en nuestra mente por tanto sin ningún
esfuerzo ni planificación por nuestra parte.
Estos
pensamientos son los responsables de dificultades y síntomas como los miedos,
fobias, obsesiones, adicciones, etc.
Si les
otorgamos demasiada importancia o bien intentamos controlar infructuosamente su
aparición completamos el círculo vicioso de la culpa y la ansiedad.
Hay gente
que sufre por imaginar que asesina por ejemplo a su vecino; y yo me pregunto,
si en vez de imaginarlo lo hubiera soñado ¿sufriría igual? Probablemente no.
Entonces, ¿por qué sentir mayor culpa cuando lo imagina si el pensamiento
emerge tan involuntariamente como en un sueño?
De todas
formas los procesos (cognitivos) automáticos no sólo comprenden pensamientos,
también incluyen sensaciones.
Imaginemos
que estamos en nuestra casa descansando a mediodía después de almorzar y
decidimos que queremos comer chocolate; nos levantamos del sillón en el que
estábamos tan cómodamente sentados y vamos a la cocina a buscarlo.
Hemos empleado un esfuerzo físico en alcanzar nuestro ansiado objetivo, pero
¿Qué nos ha llevado a tomar esta decisión?
Probablemente
diferentes personas tendrían distintas respuestas, pero creo que la más común
podría ser que nos ha venido a la cabeza una imagen relacionada con el
chocolate junto con la agradable sensación de su sabor. Casi seguro que la
sensación ha sido la mayor determinante en la conducta de levantarnos y
dirigirnos a la cocina.
Ahora bien,
¿qué hubiera pasado si tras esa imagen y esa sensación nos hubiese venido una
imagen nuestra con unos cuantos kilos de más y una sensación de asfixia? Pues
que entonces nos hubiésemos enfrentado a un pequeño dilema.
Por otra
parte también podríamos hablar de los procesos controlados o deliberados y que
comprenden aquellos pensamientos que pensamos intencionadamente, como por
ejemplo cuando queremos resolver un determinado problema o cuando tenemos que
hacer un cálculo mental. Estas operaciones mentales deliberadas consumen mayor
energía y nos cuestan más esfuerzo que las automáticas, de ahí que las
practiquemos menos.
A todos nos
pasa frecuentemente que queremos pensar sobre un tema determinado y cuando nos
damos cuenta estamos pensando en algo que poco tiene que ver con nuestro
objetivo.
En ambos casos podemos decir que estamos pensando pero en el primer caso nos cuesta esfuerzo ye en el segundo caso el pensamiento aparentemente "ha fluido" hacia nuestra mente por sí mismo.
Como
sabemos tenemos una capacidad limitada para llevar a cabo procesos deliberados
(por ejemplo, no podemos hacer una multiplicación compleja al mismo tiempo que
tratamos de resolver una adivinanza).
Pero ¿qué
ocurre cuando entran en escena ambos tipos de procesos?
Vamos a
imaginar que debemos elegir entre un pecaminoso trozo de tarta de chocolate y
una virtuosa manzana. Varios experimentos prueban que en términos estadísticos
nuestra decisión será diferente cuando estamos sin usar nuestro pensamiento
deliberado que cuando estamos usándolo.
Si al mismo tiempo que nos piden que recordemos siete dígitos de memoria nos dan a elegir entre los dos alimentos lo más probable es que nos decidamos por la tarta.
Esto indica
que el Autocontrol es un proceso deliberado y que como tal, está muy limitado
cuando estamos realizando otro proceso deliberado como el de recordar un número
tan grande.
Esto que
acabo de exponer tiene muchas implicaciones y una de ellas es la siguiente:
¿Qué ocurre
cuando estamos muy preocupados con un asunto?
Pues que no
paramos de darle vueltas y más vueltas, con un proceso mental deliberado que
consume capacidad mental y energía. Según lo que acabamos de decir, nuestro
autocontrol en este estado sería muy pobre, con lo cual, es probable que cuando
estamos estresado por algún motivo realicemos conductas poco saludables, como
beber en exceso, comer alimentos con cantidades excesivas de grasas, fumar
o a veces simplemente tener comportamientos
arriesgados (por ejemplo al volante).
Esa es una
de las causas de que el estrés afecte negativamente a nuestra salud ya que promueve
conductas poco saludables: el estar rumiando nuestras preocupaciones disminuye
nuestra capacidad de evitar comportamientos de riesgo.
Así que ya
sabes, si estás a dieta o dejando
de fumar o bien intentando abandonar cualquier hábito procura no preocuparte ya que ese esfuerzo mental te hará más débil
frente a las tentaciones.