domingo, 25 de enero de 2015

Los síntomas obsesivo-compulsivos en el Cine


Para hablar de los síntomas obsesivos-compulsivos, he seleccionado fragmentos de tres películas: “Mejor imposible”, “Los impostores” y “El aviador”.
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Jack Nicholson en “mejor imposible”

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Nicolas Cage en “Los impostores”
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Leonardo di Caprio representando a Howard Hughes en “El aviador”


Sin duda, Jack Nicholson es el actor que primero nos viene a la cabeza cuando pensamos en un personaje cinematográfico con síntomas obsesivos-compulsivos.
Sin embargo, “Mejor imposible” no recoge realmente el lado más dramático de esta perturbación, que en ocasiones puede ser verdaderamente limitante. Quizás es el aviador la que muestra en mayor medida el sufrimiento que ocasiona.
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Muchísimas personas sin duda tienen en algún momento de su vida pensamientos obsesivos, pero sólo algunas de ellas realizan compulsiones como respuesta a estos pensamientos.
Las compulsiones, también llamadas rituales pueden ser de muchos tipos…puede ser la acción de colocar algo de determinada manera, o bien comprobar repetidas veces que algo está como creemos que debe estar, repetir una acción que implique la limpieza o descontaminación de algo, o simplemente una acción a modo de “conjuro” que elimine las consecuencias de un pensamiento obsesivo.
Así, por ejemplo, hay rituales de comprobación (como comprobar repetidas veces que se ha apagado la vitrocerámica), de limpieza (por ejemplo lavarse repetidamente las manos antes y/o después de hacer algo determinado), de orden, etc.
Pero lo cierto es que en último término la razón por la que se lleva a cabo la compulsión es acabar con una sensación desagradable, una sensación que puede interpretarse de diferentes formas, pero que podría interpretarse como una sensación de urgencia por llevar a cabo la compulsión.
Por otra parte, en muchos rituales está presente la repetición, o bien una lentitud que provoca que el tiempo dedicado a la compulsión sea anormalmente largo.

Sin embargo, considero que los síntomas obsesivos-compulsivos no deben ser obligatoriamente tratados, pues sólo empiezan a ser un problema cuando son limitantes, es decir, cuando nos crean algún tipo de molestia en nuestra vida cotidiana, ya sea por el tiempo empleado en llevar a cabo el ritual, como por las reacciones que nuestros rituales provocan en las personas de nuestro entorno:
Por ejemplo, en muchas ocasiones las compulsiones se relacionan con un afán desmesurado de perfeccionismo, que puede llevarnos a querer que los demás hagan las cosas de la misma manera que las hacemos nosotros, pues esa es la forma correcta de hacer las cosas. Es probable que esto provoque en los demás cierto rechazo hacia nosotros, pues a mucha gente no le gusta que le digan lo que tiene que hacer.
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Casi todos los enfoques terapéuticos coinciden en el fundamento del tratamiento: el paciente debe darse cuenta que puede no llevar a cabo la compulsión; de este modo comprenderá que es capaz de no dejarse dominar ni por la sensación de urgencia ni por los pensamientos que la acompañan, y que no habrá consecuencias negativas aunque no realice la compulsión.
Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso se puede trabajar para que el paciente sea capaz de sentir esa sensación, notar los pensamientos, y a pesar de eso, no llevar a cabo el ritual. Siempre teniendo en mente por qué es importante abandonar los rituales, qué se pierde con ellos y qué se gana dejando de hacerlos.
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Los síntomas hipocondríacos




Sin duda muchos de los personajes representados por Woody Allen serían el prototipo de hombre con síntomas hipocondríacos, aunque también con obsesión por el sexo o, calificándolo de una forma más general, de neurótico.
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Esta escena me parece genial sobre todo al principio: sale saltando de alegría hasta que de repente, se para ensimismado; y es que éste es el mecanismo básico que subyace a la hipocondría:
Tras pedir desesperadamente un diagnóstico a uno o varios especialistas, si la respuesta es satisfactoria, la alegría dura bien poco. Pronto la mente del hipocondríaco se inunda de nuevo con pensamientos corrosivos de duda.
La solución a este problema puede partir de romper el círculo vicioso en el mismo momento de la pregunta inicial, que podría ser: “¿ Y si tengo la enfermedad……?”.
Sea la enfermedad que sea, una vez que reconocemos que estamos inmersos en un círculo de preguntas y respuestas sin fin, lo mejor es empezar por no respondernos.
Efectivamente, la mejor forma de acabar con una pregunta que se repite es no responderla. La pregunta volverá algunas veces más, pero si somos consistentes en la ausencia de respuesta, finalmente no habrá más preguntas. Es una técnica simple, pero que puede resultar laboriosa.
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Otra técnica que puede utilizarse de forma conjunta o aislada es la usada por la Terapia Estratégica, aunque también por algunos profesionales la cognitivo-conductual, que suele llamarse la peor fantasía. Consiste en que la persona escriba con una regularidad predeterminada por su terapeuta la cadena de los peores acontecimientos que podrían sucederle en respuesta a sus preguntas ysi: “¿Y si tengo X? pues entonces ….” y así sucesivamente hasta llegar al final, que suele ser la curación o la muerte. El objetivo es saturar de tal forma la mente del paciente con el síntoma, que acabe por desecharlo.
Es una técnica dura, y no todos los pacientes están dispuestos a llevarla a cabo, pues ahonda en el miedo que sienten hacia la enfermedad o la muerte.
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Este miedo no es el causante del problema, sino la búsqueda incesante de una seguridad que por ilusoria nunca llega.
Por último, desde la Terapia de Aceptación y Compromiso se podría trabajar con el miedo, y la consecuente sensación de urgencia por tratar de llegar a esta seguridad.
Existen diferentes enfoques efectivos para tratar con este problema, que, en ocasiones, puede llegar a ser realmente limitante.