¿Te has preguntado cuántas veces tu enfado proviene de querer que otra persona se comporte según tus criterios?
Fíjate en cuántas de las siguientes conductas pueden sembrar en ti el enfado, la frustración, el conflicto o la amargura:
-A menudo doy consejos que no me han pedido.
-Repito mi opinión una y otra vez para que los demás piensen como yo.
-Uso frecuentemente las palabras “deberías” y “tienes que”.
-Digo a los demás lo que han de hacer.
-Hago uso de mi enfado para convencer a los demás de que hagan lo que quiero.
-Uso frases dogmáticas habitualmente cuando hablo.
-Trato de imponer mis creencias y decisiones en los demás.
-Desprecio la conducta, los valores, los pensamientos o las decisiones de los demás.
-Tiendo a ser impaciente con los demás.
¿No será más útil no perder nuestro tiempo y energía en tratar de controlar la conducta de otras personas,?
Y además, ¿qué nos hace pensar que tenemos el derecho a hacerlo?