Según un reciente estudio del King´s College de Londres y la Universidad de Oxford, las personas que han sido expuestas a un trauma, pueden entrenarse para pensar de forma que puedan protegerse frente a los síntomas de estrés postraumático (PTSD).
Los autores del estudio querían averiguar si un estilo de pensamiento, denominado procesamiento concreto, podía reducir el número de recuerdos intrusivos experimentados después de un evento traumático; estas memorias intrusivas son uno de los síntomas básicos del PTSD.
Según los investigadores, el procesamiento concreto es centrarse en CÓMO está discurriendo un suceso, qué está pasando, y qué convendría hacer.
Por el contrario, el procesamiento abstracto, es tratar de analizar POR QUÉ ocurre algo, sus implicaciones, y enredarse en las conocidas preguntas sin respuesta obvia, “¿Y SI….?”.
Las investigaciones anteriores habían demostrado que los trabajadores de los servicios de emergencia que adoptaban el procesamiento abstracto mostraban un afrontamiento menos efectivo ante situaciones traumáticas. Algunos trabajos además, comparaban el procesamiento abstracto y el concreto ante eventos negativos, encontrando que los pensadores abstractos experimentaban períodos más largos de bajo estado de ánimo.
Según los autores, el personal militar, los trabajadores de servicios de emergencias y los periodistas de zonas conflictivas son grupos con gran probabilidad de experimentar experiencias traumáticas, y por tanto tienen mayor riesgo de sufrir PTSD; es por tanto en estos grupos donde existe la posibilidad de entrenarles en estrategias que pudieran protegerles frente al probable efecto negativo de estas experiencias. Una de esas estrategias podría ser el procesamiento concreto.
Los participantes del estudio fueron 50 trabajadores voluntarios de servicios de emergencias, a los que se les pidió que evaluaran su estado de ánimo. A continuación se les proyectó una película con escenas traumáticas y se les pidió que registraran el grado de emociones percibidas como estrés y miedo. Además se les dio instrucciones para que vieran seis películas más, con una serie de preguntas a responder posteriormente.
Se dividieron en dos grupos, de forma que al primero se le pidió que consideraran preguntas abstractas como el POR QUÉ de esos sucesos, mientras que al segundo, se le pidió que consideraran preguntas concretas, tales como QUÉ veían y escuchaban y qué necesitaban hacer en ese momento. Después de esto, se solicitó a cada voluntario que evaluara su estado de ánimo nuevamente.
Posteriormente, se les volvió a proyectar otra película para que mientras la veían, la interpretaran y procesaran según habían practicado anteriormente, de modo concreto o abstracto. Una vez hecho esto, debían registrar el grado de terror y estrés que experimentaban.
A continuación, se entregó a todos los participantes un diario para que registraran los recuerdos intrusivos que tuvieran sobre lo que habían visto en las películas durante la semana siguiente.
Mientras que ambos grupos notaron como su estado de ánimo había declinado durante el entrenamiento, aquellos que habían practicado el pensamiento concreto estaban menos afectados que los que habían practicado el pensamiento abstracto
Los pensadores concretos además, experimentaron emociones de terror y estrés menos intensas en las últimas películas y, a la semana de haberles entregado el diario, los pensadores abstractos habían experimentado aproximadamente el doble de recuerdos intrusivos que el grupo de procesamiento concreto.
Según los autores del trabajo, este estudio es el primero en demostrar empíricamente que el modo en que se piensa sobre el trauma puede afectar a los recuerdos que se tienen de él.
Además, este trabajo podría ser la base para establecer el entrenamiento en resiliencia de aquellas personas expuestas habitualmente a experiencias traumáticas, como los trabajadores de los servicios de emergencia.
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En mi opinión, las frecuentes preguntas ISI (¿y si ocurriera que…?, ¿y si resulta que…?) son realmente fastidiosas; pueden hacer que una persona se enrede durante su valioso tiempo en interminables parloteos mentales que no conducen a ninguna parte, salvo al hastío y al agotamiento. Sería una lucha estéril tratar de anularlas. Es mucho más efectivo “pasar” de responderlas.
Si quieres acabar con una pregunta empieza por no darle respuesta; lo primero que obtendrás será tiempo; tiempo para hacer cosas importantes para ti, cosas con significado.
Por otra parte, conseguirás cambiar el hábito de hablar a destajo con tu mente tratando de hacer algo que no lograrás de esa forma: acabar con el miedo.
Si no sabes cómo pasar de las preguntas, prueba con el Mindfulness.