La resiliencia podría considerarse una virtud muy
valiosa, pues se define como la capacidad de afrontar la adversidad saliendo
fortalecido alcanzando un estado de excelencia profesional y personal.
Esa capacidad de resistencia puede salir a relucir en
situaciones de fuerte y prolongado estrés, como por ejemplo el debido a la
pérdida inesperada de un ser querido, al maltrato o abuso psíquico o físico, a
prolongadas enfermedades temporales, al abandono afectivo, al fracaso, a las
catástrofes naturales y a las pobrezas extremas
En mi opinión, la resiliencia podría considerarse lo
contrario que la Indefensión aprendida,
definida por Martin Seligman, autor de numerosos estudios y libros sobre la
felicidad y el optimismo.
La indefensión aprendida o
adquirida puede definirse como una condición psicológica en la que un sujeto
aprende a creer que está indefenso, que
no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que
cualquier cosa que haga es inútil. Como resultado, la persona permanece
pasiva frente a una situación dolorosa o dañina, incluso cuando dispone de la
posibilidad real de cambiar estas circunstancias.
Seligman realizó experimentos en
los que exponía a dos perros, encerrados en grandes jaulas, a descargas eléctricas
ocasionales.
Uno de los animales tenía la
posibilidad de accionar una palanca con el hocico para detener esa descarga,
mientras el otro animal no tenía medios para hacerlo.
El tiempo de la descarga era igual
para ambos, ya que la recibían en el mismo momento, y cuando el primer perro
cortaba la electricidad, el otro también dejaba de recibirla.
Por tanto, el efecto psicológico en
ambos animales era muy distinto; mientras el primero mostraba un comportamiento
y un ánimo normal, el otro permanecía quieto, lastimoso y asustado, con lo que
la importancia de la sensación de control en el estado de ánimo parecía
demostrada.
Lo que
es más importante, incluso cuando la situación cambiaba para el segundo animal,
y ya sí podía controlar las descargas, era incapaz de darse cuenta y seguía
recibiendo descargas sin intentar nada para evitarlo.
Sin embargo, no todos los canes con los que Seligman experimentó se volvieron “indefensos”.
De los 150 animales en los
experimentos realizados, una tercera parte no exhibieron dicho comportamiento,
sino que encontraron la manera de salir de ese comportamiento a pesar de su
experiencia previa.
Dicho de otra forma, un porcentaje
de los perros exhibieron la capacidad de superar una situación de estrés y
presión psicológica.
Se
podría decir entonces que esos perros mostraron resiliencia, ¿no crees?
Según Seligman, la característica de
esa tercera parte de los perros correspondiente en seres humanos tiene una
correlación directa con el Optimismo.
Si una persona ha fallado en el
pasado en algún objetivo, profesión o actividad puede llegar a la conclusión
errónea de que no tendrá éxito en el futuro, exhibiendo algunas de las
características descritas por Seligman como Indefensión Aprendida.
Los experimentos de Seligman están
ligados directamente con la noción de control que tenemos sobre nuestras vidas,
ayudando a contrarrestar los sentimientos de ansiedad e impotencia.
En la medida en que pensamos que
las cosas están fuera de nuestro control, el sentido de responsabilidad y sobre
todo de noción de influencia sobre nuestras vidas y el entorno disminuye.
Sin embargo, según este científico,
las personas optimistas no reaccionan con sentimientos de indefensión frente a
situaciones negativas sobre las que no tienen control.
Pero, ¿y si pudiéramos hacer que
los perros que han aprendido la indefensión aprendieran Resiliencia? O mejor
aún, ¿y si pudiéramos hacerlo con personas?
Es un trabajo psicológico que puede
abordarse desde diferentes vertientes.
Algunos terapeutas piensan que hablando
con las personas es posible convencerles de que pueden hacer algo.
Quizás eso funcione para algunas,
pero no ocurre con todas, incluso tratar de convencer con palabras a alguien
que está desanimado para que se anime puede todavía hundirlo más en el “pozo”
en el que se encuentra.
Con muchas personas (y con los
animales en general) funciona mejor sin embargo el “just do it”, es decir,
provocando que hagan algo sin pensar en si pueden o no hacerlo para que
comprueben por sí mismos que sí pueden.
Son dos enfoques diferentes, el
primero trata de infundirle a alguien ganas de que haga algo, mientras el
segundo intenta que alguien haga algo sin ganas sólo porque es bueno para
él/ella.
El primero estaría más cercano a la
Terapia Cognitivo-conductual, mientras
que el segundo estaría más cerca de la Terapia
de Aceptación y Compromiso. ¿Cuál crees que podría ser más útil?
Según dice Enrique Fernández-Abascal
en su libro «Emociones positivas» las personas resilientes poseen las siguientes características:
•
Sentido de
la autoestima fuerte y flexible
•
Independencia
de pensamiento y de acción
•
Habilidad
para dar y recibir en las relaciones con los demás
•
Alto grado
de disciplina y de sentido de la responsabilidad
•
Reconocimiento
y desarrollo de sus propias capacidades
•
Una mente
abierta y receptiva a nuevas ideas
•
Una
disposición para soñar
•
Gran
variedad de intereses
•
Un refinado
sentido del humor
•
La
percepción de sus propios sentimientos y de los sentimientos de los demás
•
Capacidad
para comunicar estos sentimientos y de manera adecuada
•
Una gran
tolerancia al sufrimiento
•
Capacidad
de concentración
• Las
experiencias personales son interpretadas con un sentido de esperanza
•
Capacidad
de afrontamiento
•
Apoyo
social
•
La
existencia de un propósito significativo en la vida
•
La creencia
de que uno puede influir en lo que sucede a su alrededor
• La creencia
de que uno puede aprender con sus experiencias, sean éstas positivas o
negativas
Se podría hablar largo y tendido de cada una de estas
características, sin embargo, para finalizar este post te expongo un test para
que averigües cómo eres de resiliente.
Si te apetece saberlo, contesta
cada frase con una puntuación entre el 0 y el 4, donde el 0 es nada de acuerdo,
el 1 es raramente de acuerdo, el 2 es algo de acuerdo, el 3 es bastante de
acuerdo y el 4 es totalmente de acuerdo.
2.Tengo personas en las que puedo
confiar y con las que me siento seguro.
3.Algunas veces dejo que el
destino o Dios me ayude.
4.Puedo resolver cualquier
acontecimiento que se me presente.
5.Los éxitos pasados me ayudan a
resolver nuevos retos con confianza.
6.Veo el lado divertido de las
cosas.
7. Afrontar el estrés me fortalece.
8.Tiendo a recuperarme de las
dificultades o de las enfermedades.
9.Pienso que las cosas ocurren por
alguna razón.
10.Me esfuerzo al máximo en cada
ocasión.
11.Puedo conseguir mis metas
12.Cuando parece que algo
irremediablemente no tiene solución, no abandono
13.Sé donde acudir por ayuda
14.Bajo presión, me concentro y
pienso claramente
15.Prefiero tomar la iniciativa
cuando hay que resolver un problema
16.No me desanimo fácilmente por el
fracaso
17.Pienso que soy una persona
fuerte
18.Tomo decisiones difíciles o
impopulares
19.Puedo manejar sentimientos
desagradables
20.Sigo los presentimientos que
tengo
21.Tengo muy claro por donde quiero
ir en mi vida
22.Siento que controlo mi vida
23. Me gustan los desafíos
24.Trabajo para conseguir mis metas
25.Me siento orgullosos de mis
logros
Una vez respondidos todos los ítems, se obtiene la puntuación en Resiliencia sumando los resultados de todos los ítems y obteniendo un valor
entre 0 y 100
Además, según el estudio de Connor y Davidson (2002) se pueden
derivar las siguientes subescalas:
Competencia personal y Tenacidad: 10, 11, 12, 16, 17, 23, 24 y 25.
Confianza en el propio instinto
y fortalecimiento bajo estrés: 6, 7 14,
15, 18, 19 y 20
Aceptación positiva del cambio: 1, 2, 4, 5 y 8
Control: 13, 21 y 22
Influencias espirituales: 3 y 9
Para finalizar, según Yun y Zhang (2007) podrían derivarse las
siguientes subescalas:
Tenacidad: 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 25
Fortaleza: 1, 5, 7, 8, 9, 10, 23 y 24.
Optimismo: 2, 3, 4 y 6
Entonces, ¿eres o no resiliente?