El mejor hipnoterapeuta de la historia, Milton Erickson, utilizaba a menudo la confusión como técnica para la inducción de la hipnosis.
Decía que la confusión creada a partir de la sorpresa hacía que la persona sorprendida buscara la coherencia en cualquier mensaje posterior. Si este mensaje era una sugestión del terapeuta para inducir el trance, la persona entraba en hipnosis de inmediato.
Y es que la sorpresa es capaz de romper momentáneamente nuestros esquemas y dejarnos confusos mientras interpretamos la situación.
A partir de la sorpresa, durante algún tiempo, mantendremos nuestros ojos y oídos bien abiertos y dispuestos a captar cualquier información novedosa: estaremos temporalmente aquí y ahora.
¿Qué pasa entonces si nos autosorprendemos?
No es algo difícil aunque parezca que sí. Desde luego, lo normal es saber lo que nosotros mismos vamos a hacer antes de hacerlo (por eso es complicado darnos un susto a nosotros mismos), pero podemos buscar la sorpresa con nuestros actos, por ejemplo, viajando; quizás es la manera más fácil de lograr sorprendernos de forma frecuente, aunque no la más barata. Durante un viaje tenemos habitualmente los cinco sentidos en "modo búsqueda" desde que nos levantamos de la cama hasta que nos volvemos a acostar. Cuando todo es nuevo, necesitamos procesar lo que percibimos y esto nos obliga a atender plenamente al presente.
Pero viajar no es la única forma de buscar la sorpresa. Podemos cambiar nuestros hábitos, apuntarnos a cursos de cosas que despierten nuestra curiosidad, hablar con desconocidos o simplemente buscar la novedad en cualquier cosa que hagamos haciéndola de forma diferente: por ejemplo, yendo por un camino diferente hacia el trabajo o invirtiendo la secuencia de cosas que normalmente hacemos antes o después de ir a trabajar. Hasta podemos cambiar la forma en que nos lavamos los dientes habitualmente.
Y todo esto ¿para qué? ¿para no aburrirnos? pues en parte sí.
¿Qué pasa cuando hemos repetido algo cientos de veces?
Pues que, como ya conocemos de sobra lo que estamos haciendo, para ahorrar energía, nuestra atención se desconecta de lo que hacemos, nos ponemos en "modo piloto automático" y nuestra mente divaga...y entonces depositamos nuestra atención en esos fantásticos pensamientos, tan odiados por algunas personas cuando se convierten en recurrentes, también llamados pensamientos intrusivos, o rumiativos.
Y es que para mí, la atención y el poder de elegir donde la depositamos es lo mejor que tenemos los humanos, pues nos permite ser conscientes. La atención es más valiosa incluso que el tiempo, pues la percepción del tiempo depende por completo de nuestra atención.
Así que ya sabes:
Sorprenderte = vivir el aquí y el ahora = atención plena = pensamiento concentrado o productivo y No rumiativo