Es un tanto enigmática esta frase de Marcel Proust. ¿Con qué ojos debemos ver? O ¿con cuáles no?
Lo que parece cierto es que nuestro mundo cotidiano es invisible…no lo vemos, pues no lo miramos. En parte somos como esos animales feroces o a veces alienígenas que aparecen en películas en las que alguien advierte al personaje “¡No te muevas ni hagas ruido! ¡Si no te mueves y permaneces en silencio no te verá y no te hará daño!”
En muchas ocasiones, durante nuestra rutina diaria, permanecemos tanto tiempo escuchando a nuestra mente, que no vemos, oímos o sentimos nada del mundo exterior hasta que algo se mueve repentinamente y llama nuestra atención, o un ruido o golpe de alta intensidad nos sobresalta.
Ciegos y sordos, permanecemos en todos sitios y épocas salvo en el aquí y ahora…
Pero, ¿qué ocurre cuando salimos de viaje durante las vacaciones?
Entonces, si es un lugar relativamente nuevo y desconocido, es cuando vivimos el presente, nos volvemos niñ@s curios@s, investigamos, buscamos, averiguamos, jugamos, contemplamos, admiramos, sentimos…
Nada como acabar con la rutina para volver a ver, oir y sentir…y qué fácil es cuando vamos de viaje: a la sensación de libertad por no tener que trabajar se une la curiosidad y el ánimo por explorar y descubrir, aprender, disfrutar…como si ese tiempo limitado que sabemos que tenemos en el nuevo lugar nos animase aún más a vivir el aquí y ahora al máximo e impregnarnos de todo lo que aparece a nuestro paso…
Pero ¿qué quería decir Marcel Proust entonces? ¿Que la verdadera felicidad consiste en cambiar nuestra forma de ver como si toda nuestra vida fuera un viaje de vacaciones?
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