Son
pensamientos que “les vienen” y no pueden evitar o controlar.
Y
yo me pregunto… ¿Tenemos todos ese tipo de pensamientos?
La
respuesta debe ser sí, pues gracias
a ese tipo de pensamientos irracionales existe la creatividad.
Por
la cabeza pueden pasarnos pensamientos de diferentes contenidos a velocidades
enormes pero,
¿Estamos
siempre sometidos a ese bombardeo de imágenes, sonidos o sensaciones?
No,
gracias a la concentración. Si
estuviéramos siempre imaginando o soñando despiertos no podríamos concentrarnos
en ninguna actividad y sin embargo, sabemos que somos capaces de reflexionar cómo resolver un
determinado problema y pensar sólo en imágenes relacionadas con el tema que nos
ocupa.
Pero
esto tampoco es así siempre, cuando algo nos pre-ocupa o cuando nos perturba
emocionalmente, estos pensamientos pueden surgir de repente en nuestra
conciencia, produciendo sentimientos de tristeza, ansiedad, etc., según su
contenido; en ese momento, lo lógico sería decidir si nos quedamos con ese
pensamiento o seguimos con lo que estábamos haciendo.
El
problema surge cuando no somos capaces de llevar a cabo esa decisión, pues la
emoción que suscita el pensamiento es tan fuerte que nos embarga y no nos
permite continuar con nuestra tarea.
¿Y
qué podemos hacer en estos casos?
Desde
la psicología cognitivo-conductual nos animan a pensar científicamente y a
tratar de desmontar de forma lógica esos pensamientos cuando la emoción que
producen es miedo. Por ejemplo en el caso de un pensamiento obsesivo sobre la
muerte de alguien, acompañado del temor a que realmente ocurra, podríamos
decirle que pruebe científicamente que su hipótesis no es cierta y que piense
todo lo que quiera en el fallecimiento de esa persona para luego comprobar que
sigue “vivita y coleando” (eso sí, hay que comprobarlo pronto y no esperar
años, no sea que nos llevemos alguna sorpresa).
Pero
quizás haya una forma diferente de convivir satisfactoriamente con esos
pensamientos: ¿Y si en lugar de actuar como científicos puros nos volvemos un
poco neuropsicólogos y tratamos de explicar de dónde pueden venir ese tipo de
pensamientos? ¿probamos?
Nuestro
cerebro es producto de la evolución, y como tal, ha ido ganando en formas y
estructuras cada vez más complejas a partir del “edificio” original.
Tenemos
en nuestra cabeza estructuras primitivas y estructuras más recientes
evolutivamente hablando. Estas estructuras en ocasiones se solapan en sus
funciones. Desde luego se sabe menos del funcionamiento del cerebro de lo que
se conoce (de hecho se dice que si pudiéramos conocer a fondo nuestro cerebro
éste sería tan simple que seríamos bastante tontos), pero actualmente los
neurocientíficos defienden que nuestro cerebro se comporta como si estuviera
compuesto de muchas mentes pensando al mismo tiempo; estas mentes deberían
armonizarse de algún modo para que nuestra cabeza funcione bien y el director
de orquesta bien podría ser la corteza
cerebral, nuestra más reciente adquisición.
Por
tanto, a donde quiero llegar es: ya que nos llegan a nuestra mente diferentes
pensamientos que podrían generarse a partir de diferentes zonas del cerebro,
más o menos evolucionadas, en lugar de enfadarnos con nosotros mismos y tratar
de eliminar las imágenes que nos llegan, ¿por qué no las aceptamos sin más?
Imagina
que estás viendo la tele, sentado en tu sillón con el mando del televisor en la
mano haciendo zapping (sí, se que es una situación rara pero puede ocurrir).
El
canal que ves ahora está emitiendo un programa de esos tan escasos en los que
se promueve el morbo y decides enfadarte porque es una vergüenza que permitan
emitir programas con esos contenidos, estás tan enojado que empiezas a notar
las palpitaciones de tu corazón en el pecho, tu respiración acelerada, la boca
seca,…etc., etc., etc., y mientras tanto, ¿qué ha sucedido? Pues que el
televisor sigue en ese canal (y Jorge Javier Vázquez sigue hablando y
gesticulando).
Pero
¿y si en lugar de eso aceptas que hayan canales de televisión así, sonríes y
simplemente cambias de canal? Has estado expuesto mucho menos tiempo a las
imágenes que con la reacción anterior y te encuentras menos perturbado ( y
encima haces más de esa forma contra el programa que indignándote mientras lo
ves).
Eso
es lo que quiero decir con aceptar los pensamientos “intrusos”, sólo serán molestos
mientras generen emociones y sólo generaran emociones mientras sean molestos.
Al
fin y al cabo eso es lo que ya dijo C. G. Jung cuando hablaba de aceptar nuestra sombra (llamaba así la parte
reprimida de nuestra personalidad, algo así como nuestro Mr. Hide, también
denominado Alter Ego).
Puedes
hacer mindfulness-meditación, puedes hacer yoga, puedes hacer relajación, auto-hipnosis,
músicoterapia, desarrollar técnicas de control mental…
pero lo que te llevará a encontrar la serenidad es aceptar que nuestra
conducta, incluidos nuestros pensamientos, vienen determinados en gran parte
por lo que la evolución ha hecho de nosotros.
Los
etólogos dicen que nuestra conducta altruista ha sido seleccionada
evolutivamente pues permitía la supervivencia dentro del grupo, pero es que
también lo hacían las reacciones de sumisión, la envidia, la cohesión familiar,
etc.
Por
ejemplo, se piensa que el acto de sonreir cuando saludamos a alguien ha
derivado a partir de la reacción de enseñar los dientes a un enemigo potencial
para mantenerlo alejado, o que el pensamiento fugaz que podemos tener cuando
alguien sufre una desgracia podría derivar de las relaciones y categorías
dentro del grupo o tribu).
Por
tanto, no nos entristezcamos, enfademos
o escandalicemos con nuestros pensamientos inaceptables, simplemente aceptémoslos, pues provienen de
diferentes partes de nuestro cerebro, construido a trozos a partir de la
evolución y coronado con una corteza cerebral que nos permite decidir si nos
quedamos con ese pensamiento o buscamos otro, evitando de este modo que sea en
ese momento la emoción de tristeza, enfado o indignación la que provoque la
decisión.
Son
esos pensamientos inaceptables los que hacen posible las novelas, las
películas, las obras de arte en general y cualquier artificio inventado por la
humanidad.
No hay nada mejor para la
concentración y la consiguiente eficacia de nuestro pensamiento que el que nos
acompañe una emoción acorde con él.