sábado, 18 de octubre de 2014

Cómo hacer cuando nos rompen los esquemas



George Kelly, psicólogo creador de la famosa teoría de los constructos, propuso lo que él denominó “la metáfora prodigiosa”. Según dicha metáfora, las personas actuamos como científicos informales, movidos por nuestro afán de predicción y control de la realidad, e, igual que ellos, procedemos reconstruyendo la realidad mediante procesos deductivos e inductivos.


Es decir, que continuamente estamos tratando de predecir y anticipar lo que va a ocurrir en un futuro, con un objetivo: controlar nuestro entorno.
Pero, ¿cómo predecimos? Fundamentalmente mediante la detección de patrones. De forma automática buscamos patrones de repetición en todo lo que ocurre, y esto ha sido así desde el principio de los tiempos: tras la oscura noche llega el luminoso día, tras el frío invierno llega la templada primavera seguida del cálido verano…, y así con todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Automáticamente nuestro cerebro toma nota de esto y lo almacena. De este modo, si los patrones se repiten, determinadas predicciones se cumplen, lo que indefectiblemente, nos proporciona seguridad.


Posteriormente, a partir de estos patrones, elaboramos guiones o esquemas mentales, que nos permiten actuar de forma mecánica y automática en las situaciones conocidas o esperadas. De este modo, tenemos un guión para actuar mecánicamente mientras conducimos, en el supermercado, cuando vamos al cine, etc. Estos guiones nos permiten ahorrar mucha energía física (y por tanto también mental) y gestionar nuestras reservas de forma eficiente.
Entonces, ¿qué ocurre en una situación de esas en que podríamos decir que “nos han roto los esquemas”?
Pues, lo primero, es que perdemos esa falsa sensación de seguridad que manteníamos hasta entonces. Y digo falsa porque lo es; de alguna manera asumimos que esos esquemas o guiones son eternos…¿pero quién nos ha contado eso? Si la vida es puro cambio…¿o no?



Una vez que nos encontramos sumergidos en el mar de la confusión en que nos deja una rotura de nuestro guión, buscamos desesperadamente una forma de salir de allí, una explicación causal, otro posible guión…
Si el acontecimiento es sólo ligeramente distorsionador, nos será fácil volver a crear un nuevo esquema, quizás modificando levemente el anterior, pero ¿y si el suceso es grave?
Este sería por ejemplo el caso de una rotura de la relación de pareja inesperada, ser víctima de un delito, una catástrofe natural…
Es entonces cuando pueden aparecer problemas, que pueden ir desde los denominados síndromes de adaptación hasta los llamados trastornos de estrés postraumáticos.




¿Cuál es la manera de resolver esto?
Evidentemente, quizás la primera y más fiable alternativa sea la de acudir a un profesional para que nos guíe en el camino de salida de esta perturbación.
Si esto no es posible, como método terapéutico recomiendo algo, que en principio puede parecer sencillo, pero que a veces cuesta mucho esfuerzo: escribir.


Se trata de escribir todo lo que nos venga a la cabeza sobre el acontecimiento, tanto los detalles, como los pensamientos y emociones asociados con el mismo. Si el suceso ha sido fuerte, escribir sobre él es muy duro, pero es una de las formas más eficaces de “digerir” o procesar cognitiva y emocionalmente lo que ha pasado.
Debemos escribir diariamente, hasta que percibamos que ya no nos queda nada más que escribir, que ya se ha digerido todo, que ya está bien…
Este método podría englobarse en diferentes enfoques: Terapia de Aceptación y Compromiso, Terapia Estratégica, Terapia Narrativa, …
Lo cierto, es que es especialmente útil en aquellas perturbaciones producidas por sucesos traumáticos que la persona no acaba de encajar (violaciones, guerras, catástrofes naturales, muertes inesperadas, separaciones, etc.)

viernes, 3 de octubre de 2014

A veces puede ser útil detenernos unos instantes, respirar, mirar a nuestro alrededor y ser conscientes de hacia dónde vamos

Hace tiempo leí en algún libro una frase que decía algo así como que es triste subirte a una escalera con gran esfuerzo, mirar alrededor y descubrir que esa escalera no es la tuya.

Bueno, dependerá también del tiempo invertido en subir, no crees?




En cualquier caso, sabemos que aprendemos a base de errores, y, mientras quede tiempo para bajarse de esa escalera y tratar de subirse a otra, tampoco creo que sea necesario deprimirse…


Podemos observar una situación parecida en la siguiente escena de la película de Jose Luis Garci "Verdes Praderas". Vi esta película hace muchos años, y sólo se me quedó grabada la escena en la que un genial Alfredo Landa representa a un hombre de mediana edad que acaba de tener un "insight", es decir, de descubrir algo realmente trascendente en su vida. 





Bueno, creo que la cosa tampoco es para ponerse así...lo importante es que al menos ha dejado por fin de esperar y ha decidido que "su vida" ha llegado. Ahora que es consciente, tiene la posibilidad de cambiar algo…si es que quiere.

Philip Zimbardo usaba en su interesante libro "La Paradoja del Tiempo" una metáfora que me parece muy ilustrativa; decía algo así como que...

…en ocasiones conviene dejar de nadar hacia nuestra meta durante unos momentos y sacar la cabeza del agua…Esos valiosos instantes pueden servirnos no sólo para descansar, sino sobre todo para observar si vamos en la dirección correcta.

¿Has sentido alguna vez la necesidad de detenerte y mirar a tu alrededor?