Aplicar atención plena a aquello que hacemos nos mantiene en el presente, nos permite depositar nuestra atención en el aquí y el ahora.
Seguramente hemos experimentado alguna vez como sin ser conscientes de ello, hemos garabateado en un papel mientras hablábamos por teléfono o mientras le dábamos vueltas a algún pensamiento.
¿Pero qué ocurre si el garabato lo hacemos conscientemente, con atención plena?
Lo primero sería hacerlo con la intención de no hablar con otra persona ni con nosotros mismos; además, podemos hacerlo sin buscar un resultado: aquí lo importante no es el resultado, sino el proceso.
Podemos tomar el lápiz, bolígrafo o rotulador y notar su contacto en nuestros dedos; podemos hacer esto con los ojos cerrados y así empezar a dibujar de esta forma, notando la presión de contacto del lápiz con el papel, el sonido cuando lo arrastramos en nuestro garabato e incluso el olor de la tinta si no es un lápiz.
Más tarde podemos continuar con los ojos abiertos, observando cómo van surgiendo las líneas y cómo van integrándose unas con otras para formar el conjunto (garabato o dibujo).
¿Comentará algo nuestra mente sobre el resultado? Lo más probable es que no se abstenga de hacer un juicio, ya que ese es su papel, y así ha sido entrenada. A las mentes no le suelen gustar mucho los garabatos, porque “no tienen ningún sentido”.
Esto es una parte importante del ejercicio: notar los pensamientos…y dejarlos ahí, volviendo al proceso de dibujar…al presente.
Parece que Picasso decía algo así como que todos nacemos artistas, pero que luego no nos mantenemos como tales. ¿Qué papel juega en ello nuestra mente, cuando se convierte en audaz crítica de arte?
Ha habido muchos estudios científicos sobre los dibujos y garabatos; concretamente, hay uno reciente que muestra como el garabatear activa el patrón de recompensa de nuestro cerebro, produciendo sentimientos de placer.
Este trabajo afirma que el flujo sanguíneo aumenta en la zona de la corteza prefrontal mientras garabateamos y que esto promueve los sentimientos de placer y recompensa, independientemente de la experiencia y conocimientos artísticos de quien dibuja.
El hacer garabatos facilita por tanto la capacidad de dejar los juicios sobre el resultado del dibujo a un lado, mientras que promueve emociones de bienestar, y es, además, una estupenda oportunidad de enfocarnos en el presente.
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