sábado, 22 de junio de 2013

LA VOZ INTERIOR



 Hemos dicho que construimos la realidad, pero ¿cómo lo hacemos?
Se piensa que de múltiples formas y que casi todas ellas pasan inadvertidas a la conciencia.
Una de las maneras es a través del lenguaje. Todos hemos experimentado más de una vez una voz interior que “aparece” en determinados momentos. No me refiero a una voz interior de sabiduría o espiritualidad precisamente, sino a una voz que a veces se presenta por las mañanas cuando nos miramos al espejo o bien comenta nuestros resultados tras determinadas actuaciones.






El contenido de esa voz varía según las personas que la experimentan y según las situaciones; algunos oyen frases parecidas a “siempre eres el mismo”, “nunca llegarás a nada” quizás después de pensar algo, o bien frases del tipo “qué malo eres” o “qué porquería…” mientras hacen algo que requiera cierta pericia como jugar al pádel o pintar un cuadro.

Emile Coué pensaba allá por 1913 que el contenido de esa voz era importante y que el modificarlo a voluntad utilizando la frase: “día tras día, en todos los apectos, me va mejor y mejor” podía provocar resultados en la actitud y por tanto en la conducta de las personas que se decían esa frase diariamente.

Desgraciadamente, los detractores de Coué acabaron con el coueismo mediante difamaciones y burlas.










Son varios los que han venido después de Coué y que apoyándose en la llamada psicología positiva han tratado de mejorar el ánimo de las personas con procedimientos de este tipo.
Sin embargo me gustaría referirme a alguien que en 1974 defendía otra postura diferente y quizás más original; hablo de Timothy Gallwey y su libro “El juego interior del tenis”. 




En este libro Gallwey proponía a partir de sus experiencias como pedagogo y profesor de tenis dos tipos de Yo:
El que él llamaba Yo número 1, que coincidía con un yo que producía las voces de autocrítica cuando el jugador erraba el tiro, y el Yo número 2, que era el yo que realmente jugaba y disfrutaba.
Según Gallwey el Yo número 1 está siempre entrometiéndose y criticando el juego del Yo número 2, haciendo que éste se distraiga y el jugador no dé todo lo que es capaz de dar.



¿Y cuál es el remedio que propone para evitar la voz autocrítica?
Pues no es crear una voz positiva, sino hacerla desaparecer; concentrarse en la trayectoria de la pelota o imaginar dónde se espera que se dirija tras el golpe son las maneras propuestas de evitar escuchar la voz inquisitiva.




T. Gallwey observó como llevando a cabo estas estrategias se concentraba definitivamente en su juego y ganaba en eficacia y en disfrute, y así enseñaba tenis a los principiantes, de forma que estos lograban espectaculares resultados en muy poco tiempo.
Realmente este libro defendía el contenido de una frase muy escuchada: “Vive el presente”.




El libro de “El juego interior del tenis” es el libro de mayor éxito de T. Gallwey, pero tras éste escribió también “El juego interior del golf” y “El juego interior de la música”.
Se ve que luego cayó en la cuenta de que no sólo leen los que no dan un palo al agua y escribió también “el juego interior del trabajo” y “el juego interior del estrés”.

domingo, 2 de junio de 2013

LA CONSTRUCCIÓN DE LA REALIDAD

Hasta ahora hemos hablado de la influencia de los genes y del cerebro en la conducta pero gran parte del mérito de nuestra conducta la tiene el entorno.
El medio en el que estamos influye poderosamente en la realidad que percibimos o más correctamente, sobre la realidad que construimos.















Que nosotros construimos la realidad en cada momento es un hecho, y quizás los mayores indicios de esta construcción sean las ilusiones.
Las ilusiones son autenticas creaciones de nuestra mente, que a la hora de interpretar la realidad establece los filtros e interpreta la información que nos llega del exterior de la manera más útil, más funcional (al menos la mayoría de las veces).













Un ejemplo de estas ilusiones, que todavía no está claramente explicado es la Ilusión de la Luna.






Esta ilusión la hemos experimentado todos cuando hemos observado la luna en el horizonte con un determinado tamaño y al rato la hemos visto más alta en el cielo con un tamaño mucho menor.





Hay diferentes explicaciones de este fenómeno aunque de momento ninguna ha quedado como la única, aunque lo que sí está aceptado es la influencia del contexto.
Normalmente cuando vemos la luna en el horizonte suele estar acompañada de la silueta de alguna montaña, de algún edificio, del mar, de una persona; diferentes elementos que quizás sirvan para interpretar la lejanía de la luna, o tal vez para darnos una idea por contraste de su gran tamaño, pero lo cierto es que la vemos mucho mayor que cuando se encuentra en lo alto del cielo.




















Para probar que es una ilusión óptica hay varios "trucos". Uno sencillo consiste en intentar tapar con las manos la visión de los objetos que rodean la luna (las montañas, los árboles, edificios, etc.) con lo que automáticamente veremos la luna a un tamaño más parecido al que apreciaríamos si la luna estuviera en lo alto del cielo.
Otra forma quizás un tanto más excéntrica puede ser abrir las piernas, meter la cabeza entre ellas (siempre refiriéndome a las piernas y la cabeza de la misma persona, ojo) y mirar la luna.








Durante unos instantes, antes de identificar los objetos que rodean a la luna veremos ésta a un tamaño menor.

Curioso, ¿verdad? Esto puede darnos una idea de hasta que punto al construir nuestra realidad nos fabricamos también nuestras propias ilusiones…o nuestros propios límites…o nuestros propios problemas…o retos. 

Y al igual que con la luna hay maneras de cambiar lo que vemos tapando algunas cosas, fijando nuestra atención en otras, cambiando la perspectiva,…muchas veces pasa lo mismo con lo que nos encontramos cada día en nuestra vida.