sábado, 22 de febrero de 2014

Pensar puede ser fácil o difícil



 Para poder hablar de la mente de una forma sencilla se pueden dividir los procesos mentales en procesos automáticos y procesos deliberados o controlados.
Los procesos automáticos serían aquellos procesos que funcionan sin mucho esfuerzo mental, mecánicamente; son procesos no controlados y que hacemos sin ningún esfuerzo o con un esfuerzo mínimo.

Dentro de estos procesos automáticos estarían por ejemplo los pensamientos “que nos vienen solos”; son pensamientos “intrusos” que parecen en nuestra mente, por pura asociación o relación con algún otro pensamiento, con algún estímulo del entorno o con alguna sensación física.
Por ejemplo, un día mientras paseamos por un parque podemos ver un niño que juega con su bicicleta de color rojo metalizado. Esta bicicleta puede asociarse con un recuerdo de nuestra infancia que a su vez nos trae una sensación física agradable que podemos interpretar como de seguridad y quizás al mismo tiempo nos deja un pensamiento relacionado con nuestro padre que fue el que nos enseñó a montar en bicicleta de dos ruedas.




Otras veces no tenemos muy clara la asociación que puede haberse producido para que nos venga a la cabeza un pensamiento determinado y si el pensamiento es un poco raro quizás esto nos preocupe (desde luego innecesariamente).
Todos estos pensamientos que “vienen solos” aparecen en nuestra mente por tanto sin ningún esfuerzo ni planificación por nuestra parte.
Estos pensamientos son los responsables de dificultades y síntomas como los miedos, fobias, obsesiones, adicciones, etc.
Si les otorgamos demasiada importancia o bien intentamos controlar infructuosamente su aparición completamos el círculo vicioso de la culpa y la ansiedad.
Hay gente que sufre por imaginar que asesina por ejemplo a su vecino; y yo me pregunto, si en vez de imaginarlo lo hubiera soñado ¿sufriría igual? Probablemente no. Entonces, ¿por qué sentir mayor culpa cuando lo imagina si el pensamiento emerge tan involuntariamente como en un sueño?



De todas formas los procesos (cognitivos) automáticos no sólo comprenden pensamientos, también incluyen sensaciones.
Imaginemos que estamos en nuestra casa descansando a mediodía después de almorzar y decidimos que queremos comer chocolate; nos levantamos del sillón en el que estábamos tan cómodamente sentados y vamos a la cocina a buscarlo.













Hemos empleado un esfuerzo físico en alcanzar nuestro ansiado objetivo, pero 
¿Qué nos ha llevado a tomar esta decisión?
Probablemente diferentes personas tendrían distintas respuestas, pero creo que la más común podría ser que nos ha venido a la cabeza una imagen relacionada con el chocolate junto con la agradable sensación de su sabor. Casi seguro que la sensación ha sido la mayor determinante en la conducta de levantarnos y dirigirnos a la cocina.
Ahora bien, ¿qué hubiera pasado si tras esa imagen y esa sensación nos hubiese venido una imagen nuestra con unos cuantos kilos de más y una sensación de asfixia? Pues que entonces nos hubiésemos enfrentado a un pequeño dilema.




Por otra parte también podríamos hablar de los procesos controlados o deliberados y que comprenden aquellos pensamientos que pensamos intencionadamente, como por ejemplo cuando queremos resolver un determinado problema o cuando tenemos que hacer un cálculo mental. Estas operaciones mentales deliberadas consumen mayor energía y nos cuestan más esfuerzo que las automáticas, de ahí que las practiquemos menos.
A todos nos pasa frecuentemente que queremos pensar sobre un tema determinado y cuando nos damos cuenta estamos pensando en algo que poco tiene que ver con nuestro objetivo.










En ambos casos podemos decir que estamos pensando pero en el primer caso nos cuesta esfuerzo ye en el segundo caso el pensamiento aparentemente "ha fluido" hacia nuestra mente por sí mismo.
Como sabemos tenemos una capacidad limitada para llevar a cabo procesos deliberados (por ejemplo, no podemos hacer una multiplicación compleja al mismo tiempo que tratamos de resolver una adivinanza).

Pero ¿qué ocurre cuando entran en escena ambos tipos de procesos?

Vamos a imaginar que debemos elegir entre un pecaminoso trozo de tarta de chocolate y una virtuosa manzana. Varios experimentos prueban que en términos estadísticos nuestra decisión será diferente cuando estamos sin usar nuestro pensamiento deliberado que cuando estamos usándolo.










Si al mismo tiempo que nos piden que recordemos siete dígitos de memoria nos dan a elegir entre los dos alimentos lo más probable es que nos decidamos por la tarta.
Esto indica que el Autocontrol es un proceso deliberado y que como tal, está muy limitado cuando estamos realizando otro proceso deliberado como el de recordar un número tan grande.

Esto que acabo de exponer tiene muchas implicaciones y una de ellas es la siguiente:

¿Qué ocurre cuando estamos muy preocupados con un asunto?


Pues que no paramos de darle vueltas y más vueltas, con un proceso mental deliberado que consume capacidad mental y energía. Según lo que acabamos de decir, nuestro autocontrol en este estado sería muy pobre, con lo cual, es probable que cuando estamos estresado por algún motivo realicemos conductas poco saludables, como beber en exceso, comer alimentos con cantidades excesivas de grasas, fumar o  a veces  simplemente tener comportamientos arriesgados (por ejemplo al volante).



Esa es una de las causas de que el estrés afecte negativamente a nuestra salud ya que promueve conductas poco saludables: el estar rumiando nuestras preocupaciones disminuye nuestra capacidad de evitar comportamientos de riesgo.

Así que ya sabes,  si estás a dieta o dejando de fumar o bien intentando abandonar cualquier hábito procura no preocuparte ya que ese esfuerzo mental te hará más débil frente a las tentaciones.






domingo, 9 de febrero de 2014

LA VENTANA DEL ALMA


En 1965, el psicólogo Eckhard Hess publicaba un artículo en la revista Scientific Americanen el que describía sus hallazgos sobre las modificaciones del tamaño de la pupila y sus implicaciones.
Hess describía la pupila del ojo como una ventana al alma.













Contaba que su esposa había notado que cuando él contemplaba imágenes hermosas sobre la naturaleza sus pupilas se dilataban; esto dio pie a unas investigaciones que culminaron con la conclusión de que el tamaño de la pupila indicaba el grado de interés: mientras más interesante fuese el tema para el observador, mayor sería el tamaño de su pupila (hasta su límite físico, claro).









Según Hess, los compradores en bazares llevaban gafas oscuras precisamente para ocultar su grado de interés.

También comentaba este psicólogo los experimentos realizados en los cuales estadísticamente el grado de interés masculino sobre una foto de mujer era mayor cuando ésta tenía los ojos dilatados.
Tanto si eres mujer como si eres hombre, ¿Qué imagen te parece más atractiva?



Estas dos circunstancias, es decir, que nuestro interés pueda verse reflejado en el tamaño de nuestras pupilas y que a su vez el tamaño de la pupila de una persona pueda condicionar el grado de interés que suscita en otra persona (con lo cual a esa otra también se le dilatará la pupila) han dado lugar a mucho juego en la literatura.


 










De hecho la belladona es una sustancia que dilata las pupilas (midriasis) y se ha usado como cosmético. Se cree que su nombre deriva del uso doméstico que hacían de ella las damas romanas (donnas bellas), haciendo infusión con sus hojas para blanquear el cutis y aplicando el jugo de su fruto en los ojos para provocar dilatación de las pupilas.










Sin embargo trabajos más recientes sobre la pupilometría cognitiva como los de Jackson Beatty relacionan el tamaño pupilar directamente con el grado de esfuerzo mental que estamos realizando.
Podemos comprobarlo grabando con una vídeocámara nuestros propios ojos mientras realizamos operaciones de cálculo mental como multiplicaciones de dos dígitos. En el momento de mayor esfuerzo mental nuestras pupilas alcanzarán el mayor tamaño.
De esta forma puede averiguarse también el grado de dominio que alguien ha alcanzado sobre una tarea. Al principio, cuando la tarea se está aprendiendo el tamaño de la pupila será mayor, y una vez que la tarea se domina de tal forma que se convierte en automática, el tamaño de la pupila apenas variará.










Por otra parte, personas con más facilidad o talento en esa tarea necesitarán menos esfuerzo cognitivo para realizarla independientemente del grado de aprendizaje al que hayan sido expuestos y por tanto su tamaño pupilar será menor que el de otra persona con menos dotes para esa actividad mental.


Ahora bien, si estamos teniendo en cuenta la modificación del tamaño de la pupila debida al esfuerzo mental, ¿cuántas veces al día crees que se dilatarán considerablemente nuestras pupilas?











Creo que pocas, nuestra mente tiende (igual que nuestro cuerpo) al mínimo esfuerzo, y salvo en casos de necesidad probablemente los esfuerzos mentales grandes sean poco frecuentes en nuestro día a día habitual.
Es más probable que se dilaten nuestras pupilas debido a la observación de imágenes que atraen nuestro interés, ¿no crees?